lunes, 28 de octubre de 2013

México: Guerracivilismo: ¡Otro 68!; Los Pinos - Puebla Católica: ¿Teléfono Desconectado...o Equivocado?

*  REVIVEN CONFRONTACIÓN CARDENISTA CONTRA CONCILIACIÓN AVILACAMACHISTA


*  EL PACTO, DINAMITADO DESDE EL PAN POR EL CALDERONISMO ALIANCISTA


* MIEMBROS Y EXMIEMBROS CARDENISTAS DE CONVERGENCIA, AHORA EN EL "PAN"






por JOSÉ A. PÉREZ STUART


¡Riiiiiiiiin! Primera Llamada.- La misma maquinaria electoral que operó en los comicios estatales de 2010 para hacer perder al PRI la gobernatura de Puebla por primera ocasión, y llevar al poder un candidato aliancista, se echó a andar en el 2012 para presentar al comunista Andrés Manuel López Obrador como el "triunfador" y a Enrique Peña Nieto como el "derrotado". Frente a esta situación, y  ante el descontento popular creciente en las comunidades rurales; entre el sector empresarial criollo por el desplazado en la participación de las grandes obras públicas; el incremento en los niveles de inseguridad en toda la entidad; la profunda división dentro del PRD y el PAN locales, debido a la intromisión oficial en su vida interna; el desencanto popular por obras como el Teleférico, la Rueda de la Fortuna y la destrucción de parte del patrimonio histórico de la ciudad capital, y las críticas agudas por la falta de transparencia y autonomía tanto de la Cámara de Diputados estatal como de los organismos ciudadanos, como es el caso del Instituto Electoral del Estado...desde el Nuevo PRI, se decidieron cambios en la estructura partidista poblana.

Era por demás evidente que, al margen de la obtención de la candidatura a través de una alianza PAN-PRD, marginalmente se había negociado otra, en lo oscurito, con algunos grupos locales incrustados en el PRI, que a cambio de la cabeza del inefable Mario Marín charola de plata, obtendrían impunidad y mantendrían su poder. De tal suerte que bajo esa lógica, durante los primeros 3 años del nuevo gobierno aliancista en Puebla, los "priístas" conjurados no ofrecieron resistencia al nuevo gobernante; aprobaron todass sus iniciativas, y el PRI se fue desdibujando dentro del mapa político poblano.

El colmo fueron los comicios presidenciales del 2012, en los que a sabiendas de la inexistencia del poder y cuadros perredistas en la entidad, se le hizo aparecer a López Obrador como el triunfador. Con el mismo mecanismo que a ciertos candidatos a diputados se les presentó de la noche a la mañana como perdedores, y a los consentidos como ganadores.

Entonces el Nuevo PRI detectó todo lo que se estaba cocinando en Puebla y de tajo cambió la dirigencia. Expresamente seleccionó a un joven no contaminado, y además ajeno a las mafias locales que habían puesto al PRI al servicio del mejor postor. Llegó así Pablo Fernández del Campo, y por ssupuesto todos los dinosaurios no han cesado de atacarlo.

¡Riiiiiiiiiiiin! ¡Riiiiiiiiiiiiiiin! Segunda Llamada.- La segunda señal enviada por el Nuevo PRI fue tan evidente como la primera. El motivo: la selección del candidato a la Presidencia Municipal de Puebla. Los comicios serían en 2013 y, como era de esperarse, todos los dinosaurios se anotaron, al ritmo clásico de las viejas prácticas en que fueron instruidos: el golpeteo contra todos los opositoress. Para descalificarlos. Para desfigurarlos. Aún a costa del daño a la imagen del Partido. Lo importante para cada uno de ellos era "llegar". Cayera quien cayera. Aunque le aunque, pues.

Desde la central del Nuevo PRI se observó con detenimiento todo el proceso de golpeteo. El destrozo mutuo. Y una vez que lo único que quedó fueron los restos, las migajas...entonces el Nuevo PRI volvió a mandar la misma señal a los sectores tradicionales de Puebla, descontentos, afectados, denostados y hasta perseguidos por quienes llegaron al poder como producto de una "alianza", pero se asentaron en la gobernanza poblana como un sólido bloque de miembros formales de Convergencia: cardenistas y lopezobradoristas, pues. 

Se escogió, así, a Enrique Aguera; un personaje ciertamente, como todos, debatido y debatible. 

(Permítaseme, a este respecto, narrar una anécdota personal con Emilio El Tigre" Azcárraga, para quien laboré durante buen tiempo como asesor, conductor de TV, analista económico en radio y televisión, y otras cosas más, que también sirvieron, durante algunos años, a Emilio Azcárraga Jean, hoy comandante en jefe del navío. En una de nuestras diarias reuniones de análisis político-económico, el entrañable "Tigre" me preguntó sobre un personaje, del que le dije:

--- ¡ Pero está muy desprestigiado, Emilio !

A lo que, apresurado, me respondió:

-- ¡Mira, José Antonio, en este país todos estamos desprestigiados, empezando por mí !)

Así llegó Aguera. Un hombre del que pueden decirse muchas, muchas, muchas cosas, buenas y malas. Como muchos otros. En este mundo donde todos somos pecadores --unos más y otros menos....y en donde Francisco ha recordado: "¿y yo quién soy para juzgarlo?"-- bueno, pues llegó el Rector a la candidatura priísta, pero seleccionado por el Nuevo PRI, sin el plazet de los viejos grupúsculos locales corrompidos. Sí, Aguera, sobre el que ya se habían dicho muchas cosas. Yo diría que todo. Desde su confrontación con Doger, los medios periodísticos de éste se encargaron de "sacarle todos sus trapitos al sol". Así que en el Nuevo PRI, dieron por descontados todos los comentarios negativos que pudieran surgir contra su persona, pues éstos ya se habían agotado. Ningún poblano desconocía lo que se había escrito o dicho sobre él, o mejor dicho, contra él. Nada, pues, sería ya una sorpresa. 

Lo interesante de Aguera era, sin embargo, que no perteneciendo a ninguna de las viejas mafias priístas, no siendo partícipe de las encerronas de los dinosaurios, en contraste tenía puntos a favor que servían al Nuevo PRI para establecer una alianza, como Pablo Fernández del Campo, que lo hacían vinculable con los sectores agraviados de Puebla. Y al igual que Pablo, podía establecer lazos con la descontenta, humillada, perseguida y descorazonada derecha política del estado, así como con el influyente sector católico, pues el Rector es igualmente creyente, no vergonzante y dadivoso hacia las obras pías.

¡Riiiiiiiiiiiiiin! ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiin! ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiin! Tercera Llamada.- Las reformas estructurales son indispensables y urgentes para México. Y a efecto de evitar confrontaciones, Enrique Peña Nieto creó un marco de gobernabilidad novedoso, conciliador y tendiente a resucitar aquella Unidad Nacional surgida del avilacamachismo, que dio tantos frutos a México. Me refiero al Pacto por México. Todo marchó bien, hasta que los intereses mezquinos dentro del PAN, hicieron acto de aparición: la renuencia del zedillato-calderonista a perder el control del PAN, hizo que:

* Ernesto Cordero saboteara las negociaciones,

* El grupo zedillo-calderonista dentro del PAN  dinamitara los acuerdos y,

* Que en base al proyecto socialdemócrata del grupo cardenista de miembros y ex miembros de Convergencia avecindados en Puebla, que a través de las alianzas PAN-PRD buscan para el añoo 2018 establecer un Gobierno de Coalición en México...

El PAN haya quedado envuelto un proceso revolucionario ajeno a sus intereses principios de doctrina, y tripulado por poderes logiales que han venido manejando a Acción Nacional desde que Vicente Fox llegó al poder como producto de una negociación con las rémoras precisamente cardenistas; esto es, del corporativismo creado por El Tata.

Este proceso revolucionario, en el que los ingenuos liberales católicos aliancistas han caído...¡no es otra cosa que el nuevo ´68 !

¡Es el nuevo guerracivilismo que está viviendo México, arrastrado por las viudas del nacionalismo - revolucionaio y el cardenismo...pero ahora parapetados tras las siglas del PAN !

De un PAN de ingenuos. De un PAN de liberales católicos.

Pues bien, en esa tesitura estamos...cuando ¡zas!, que el cabildo panista de Puebla le otorga un público reconocimiento a Cuauhtémoc Cárdenas.

Un Cárdenas que llama a la insurrección. Un Cárdenas que revive el Movimiento de Liberación Naconal de los 60´s. Un Cárdenas unido a López Obrador y que empuja para el rechazo total a las reformas de Peña Nieto. Bueno, pues a ese Cárdenas se le galardonó, por parte del cabildo poblano,

¡Riiiiiiiiiiiiiiin! ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiin ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin! ¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin! Cuarta llamada.- Y para colmo, el desplegado de Josefina Vázquez Mota, uniéndose a la insurrección. Insurrección en la que participan los teólogos de la liberación, con Raúl Vera a la cabeza y las comunidades de base jesuítico-comunistas que operan en las zonas agrarias, so pretexto de defensa del medio ambiente. Esto es, al rechazo total de las reformas. Pero lo más significativo es que se ha buscado establecer, por parte de algunos analistas, vinculación entre Josefina y los grupos católicos de Puebla.

¿TELÉFONO DESCONECTADO O...
TELÉFONO EQUIVOCADO?

Seguramente en Los Pinos debe existir cierto nivel de extrañamiento, de confusión.

Tantas señales mandadas a Puebla...¿y nada?

¿Es que verdaderamente las fuerzas católicas participan en este guerracivilismo, en este nuevo 68...?

Lo que habría que establecer son varios elementos:

1.- Católicos metidos en el PAN, ciertamente sufrieron un desvío doctrinal, que los ha conducido a un extravío ético (en el campo de la política), de tal suerte que han asumido una posición práctica de carácter liberal

2.- En buena medida, dicho desvío tiene como origen una formación académica equivocada de los politólogos, donde se ha privilegiado el uso de la matemática, el marketing y la visión liberal del momento, en detrimento de la Etica, de la Doctrina Social de la Iglesia, del estudio filosófico de la sustentación de los Derechos Humanos y del Derecho Natural mismo. El resultado ha sido la caída en paradigma liberal del mero rejuego de intereses, del toma y daca, de las "negociaciones". Los politólogos han dejado de serlo para convertirse en operadores. 

3.- Hay que distinguir también entre las versiones periodísticas de quieness aducen la militancia católico-política a determinadas personas, de quienes realmente la ejercen. Y es aquí donde estimamos que el número marcado por Los Pinos ha sido equivocado. No es que se haya desconectado el teléfono que conduce al entendimiento, sino que simple y llanamente los dígitos no han sido los correctos. Lo decimos porque frente a los tejes y manejes del panismo poblano, hoy por hoy totalmente desarticulado, hay una fuerza política coherente, no claudicante, que quedó de manifiesto hace unos días, con un discurso que pronunció Jorge Ocejo Moreno, y dijo:

 Mal haríamos encontinuar por la vía del poder por el poder o de optar por la política de alianzas sin principio; el país no nos lo perdonará. Los militantes que defendemos y practicamos los principios de Acción Nacional queremos ver este aniversario como un momento de verdadera confirmación de todos los principios y con un efectivo retorno a la sobriedad.

 “Hoy tenemos hombres en el poder que están ahí porque a algunos o varios les convenía que ascendieran, pero difícilmente serían ejemplo de valores y principios que tenemos. Nos debemos de preocupar prontamente que hayamos aceptado caprichos del poder o negociaciones a quien más ofrece en los procesos electorales. Esto no es parte de la herencia ni nos va a dar un lugar de honor en el entorno político de México”.

 “Me pregunto si algunos compañeros aspiran a militar en un partido sólo por intereses, donde el poder lo es todo y el servicio, los compromisos y los principios pasan a ser términos secundarios. El patrimonio del PAN está anclado en una moralidad y en una ética, lo que no se puede sustituir es la moral, la honestidad y los principios."

Esta sí es la cara de los políticos católicos, que no participan en el guerracivilismo en el que el zedillato-calderonista ha sumergido al PAN, para después de los años de lucha contra el corporativismo socializante creado por Lázaro Cárdenas al amparo de su Partido de la Revolución Mexicana, ahora pretende ser reinventado, como un PAN-Cardenismo a las ordenes de los miembros y ex miembros de Convergencia, aliados con los teólogos de la liberación, la CNTE, la narco-guerrilla y el lopezobradorismo...en este, el nuevo 68.





 

martes, 8 de octubre de 2013

Una Carta al Papa


Huixquilucan, México, a 23 de septiembre del 2013

Muy querido Papa Francisco:
Me da mucho gusto tener esta oportunidad para saludarte.

Seguramente no te acordarás de mí y lo comprendo, pues, viendo a tanta gente cada día, debe ser muy difícil para ti recordar a todas las personas con las que has dialogado y convivido en algún momento de tu vida.

A lo largo de los últimos 12 años, coincidimos, tú y yo, varias veces, en algunas reuniones, encuentros y congresos eclesiales que se llevaron a cabo en ciudades de Centro y Sudamérica con distintos temas (comunicación, catequesis, educación), lo cual me dio la oportunidad de convivir contigo durante varios días, durmiendo bajo el mismo techo, compartiendo el mismo comedor y hasta la misma mesa de trabajo.

En aquel entonces, tú eras el Arzobispo de Buenos Aires y yo era la directora de un importante medio de comunicación católico. Ahora, tú eres nada más y nada menos que el Papa y yo soy… sólo una madre de familia, cristiana, con un esposo muy bueno y nueve hijos, que da clases de Matemáticas en la Universidad y que trata de colaborar lo mejor que puede con la Iglesia, desde el lugar en que Dios le ha puesto.

De aquellas reuniones en las que coincidimos hace ya varios años, recuerdo que en más de una ocasión te dirigiste a mí diciéndome:
– "Niña, decime Jorge Mario, que somos amigos", a lo que yo respondía asustada:
– "De ninguna manera, Sr. Cardenal! ¡Dios me libre de tutear a uno de sus príncipes en la Tierra!

Ahora, en cambio, sí me atrevo a tutearte, pues ya no eres el Card. Bergoglio, sino el Papa, mi Papa, el dulce Cristo en la tierra, a quien tengo la confianza de dirigirme como a mi propio padre.

Me he decidido a escribirte porque estoy sufriendo y necesito que me consueles.

Te explicaré lo que me sucede, tratando de ser lo más breve posible. Sé que te gusta consolar a los que sufren y ahora, yo soy uno de ellos.

Cuando te conocí por primera vez, siendo el cardenal Bergoglio, y durante esas convivencias cercanas, me llamaba la atención y me desconcertaba que nunca hacías las cosas como los demás cardenales y obispos. Por poner algunos ejemplos: eras el único entre ellos que no hacía la genuflexión frente al sagrario ni durante la Consagración; si todos los obispos se presentaban con su sotana o traje talar, porque así lo requerían las normas de la reunión, tú te presentabas con traje de calle y alzacuellos. Si todos se sentaban en los lugares reservados para los obispos y cardenales, tú dejabas vacío el sitio del cardenal Bergoglio y te sentabas hasta atrás, diciendo “aquí estoy bien, así me siento más a gusto”. Si los demás llegaban en un coche correspondiente a la dignidad de un obispo, tú llegabas, más tarde que los demás, ajetreado y presuroso, contando en voz alta tus encuentros en el transporte público que habías elegido para llegar a la reunión.

Al ver esas cosas, ¡qué vergüenza contártelo!, yo decía para mis adentros:

– “Uf… ¡qué ganas de llamar la atención! ¿por qué no, si quiere ser de verdad humilde y sencillo, mejor se comporta como los demás obispos para pasar desapercibido?”.

Mis amigos argentinos que también asistían a esas reuniones, notaban de alguna manera mi desconcierto, y me decían:

“No – "No eres la única. A todos nos desconcierta siempre, pues sabemos que tiene los criterios claros, ya que en sus discursos formales muestra unas convicciones y certezas siempre fieles al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia; es un valiente y fiel defensor de la recta doctrina. Pero… al parecer, le gusta caerle bien a todos y estar bien con todos, así que puede un día decir un discurso en la TV en contra del aborto y, al día siguiente, en la misma TV, aparecer bendiciendo a las feministas pro-aborto en la Plaza de Mayo; puede decir un discurso maravilloso contra los masones y, unas horas después, estar cenando y brindando con ellos en el Club de Rotarios.”

Mi querido Papa Francisco, ése fue el Card. Bergoglio que conocí de cerca: un día charlando animadamente con Mons. Duarte y Mons. Aguer acerca de la defensa de la vida y de la Liturgia y, ese mismo día, en la cena, charlando, igual de animadamente, con Mons. Ysern y Mons. Rosa Chávez acerca de las comunidades de base y las terribles barreras que significan “las enseñanzas dogmáticas” de la Iglesia. Un día, amigo del Card. Cipriani y del Card. Rodríguez Maradiaga, hablando de la ética empresarial y en contra de las ideologías de la Nueva Era y, un rato después, amigo de Casaldáliga y Boff hablando de lucha de clases y de "la riqueza" que las técnicas orientales pueden aportar a la Iglesia.

Con estos antecedentes, comprenderás que abrí unos ojos enormes en el momento que escuché tu nombre después del “Habemus Papam” y, desde ese momento (antes de que tú lo pidieras) recé por ti y por mi querida Iglesia. Y no he dejado de hacerlo ni un solo día, desde entonces.

Cuando te vi salir al balcón, sin mitra y sin muceta, rompiendo el protocolo del saludo y la lectura del texto en latín, buscando con ello diferenciarte del resto de los Papas de la historia, dije sonriendo preocupada para mis adentros:

– “Sí, no cabe duda. Se trata del cardenal Bergoglio”.

Durante los días que siguieron a tu elección, me diste varias oportunidades para confirmar que eras el mismo a quien yo había conocido de cerca, siempre buscando ser diferente, pues pediste zapatos distintos, anillo distinto, cruz distinta, silla distinta y hasta habitación y casa distinta al resto de los Papas, que siempre se habían acomodado humildemente a lo ya existente, sin requerir de cosas “especiales” para ellos.

En esos días estaba yo tratando de recuperarme del dolor inmenso que sentía por la renuncia de mi queridísimo y admiradísimo Papa Benedicto XVI, con quien me identifiqué desde el inicio de manera extrema, por su claridad en sus enseñanzas (es el mejor profesor del mundo), por su fidelidad a la Sagrada Liturgia, por su valentía en defender la recta doctrina en medio de los enemigos de la Iglesia y por mil cosas más que no enumeraré. Con él en el timón de la Barca de Pedro, yo sentía que pisaba sobre tierra firme. Y con su renuncia, sentí que la tierra desaparecía bajo mis pies, pero la entendí, pues realmente los vientos estaban demasiado tempestuosos y el papado significaba algo demasiado rudo para sus fuerzas disminuidas por la edad, en la terrible y violenta guerra cultural que estaba librando.

Me sentía como abandonada en medio de la guerra, en pleno terremoto, en lo más feroz de un huracán y fue cuando llegaste tú a sustituirlo en el timón. ¡Tenemos capitán de nuevo, demos gracias a Dios! Confié plenamente (sin ninguna duda de por medio) en que, con la asistencia del Espíritu Santo, con la oración de todos los fieles, con el peso de la responsabilidad, con la asesoría del equipo de trabajo en el Vaticano y con la consciencia de estar siendo observado por todo el mundo, el Papa Francisco dejaría atrás las cosas especiales y las ambivalencias del Card. Bergoglio y tomaría de inmediato el mando del ejército, para, con fuerzas renovadas, continuar los pasos en la lucha intensa que su predecesor venía librando.

Pero, para mi sorpresa y desconcierto, mi nuevo general, en lugar de tomar las armas al llegar, comenzó su mandato utilizando el tiempo del Papa para telefonearle a su peluquero, a su dentista, a su casero y a su periodiquero, atrayendo las miradas hacia su propia persona y no hacia los asuntos relevantes del papado.

Han pasado seis meses desde entonces y reconozco, con cariño y emoción, que has hecho trillones de cosas buenas. Me gustan mucho (muchísimo) tus discursos formales (a los políticos, a los ginecólogos, a los comunicadores, en la Jornada de la Paz, etcétera) y tus homilías en las Fiestas Solemnes, porque en ellas se nota una minuciosa preparación y una profunda meditación de cada palabra empleada. Tus palabras, en esos discursos y homilías, han sido un verdadero alimento para mi espíritu. Me gusta mucho que la gente te quiera y te aplauda. ¡Eres mi Papa, el Jefe Supremo de mi Iglesia, de la Iglesia de Cristo!

Sin embargo, y esta es la razón de mi carta, debo decirte que también he sufrido (y sufro) con muchas de tus palabras, porque has dicho cosas que las he sentido como estocadas en el bajo vientre a mis intentos sinceros de fidelidad al Papa y al Magisterio.

Me siento triste, sí, pero la mejor palabra para expresar mis sentimientos actuales es la perplejidad. No sé, de verdad, qué debo hacer, no sé qué debo decir y qué callar, no sé hacia dónde tirar ni hacia dónde aflojar. Necesito que me orientes, querido Papa Francisco. De verdad estoy sufriendo, y mucho, por esa perplejidad que me tiene inmóvil.

Mi grave problema es que he dedicado gran parte de mi vida al estudio de la Sagrada Escritura, de la Tradición y el Magisterio, con el objetivo de tener razones firmes para defender mi fe. Y ahora, muchas de esas bases firmes resultan contradictorias con lo que mi querido Papa hace y dice. Estoy perpleja, de verdad, y necesito que me digas qué debo hacer.

Me explico con algunos ejemplos:

No puedo aplaudirle a un Papa que no hace la genuflexión frente al Sagrario ni en la Consagración como lo marca el ritual de la Misa, pero tampoco puedo criticarlo, pues ¡Es el Papa!

Benedicto XVI nos pidió, en la Redemptionis Sacramentum, que informáramos al obispo del lugar de las infidelidades y abusos litúrgicos que viéramos. Pero… ¿debo informar al Papa, o a quién, por encima de él, que el Papa no respeta la liturgia? ¿O al Papa no se le reporta? No sé qué debo hacer. ¿Desobedezco las indicaciones de nuestro Papa emérito?

No puedo sentirme feliz de que hayas eliminado el uso de la patena y los reclinatorios para los comulgantes; y menos me puede encantar que no bajes nunca a dar la comunión a los fieles, que no te llames a ti mismo “el Papa” sino sólo “el obispo de Roma”, que no uses ya el anillo de pescador, pero tampoco puedo quejarme, pues ¡eres el Papa!

No puedo sentirme orgullosa de que le hayas lavado los pies a una mujer musulmana en el Jueves Santo, pues es una violación a las normas litúrgicas, pero no puedo decir ni pío, pues ¡Eres el Papa, a quien respeto y le debo ser fiel!

Me dolió terriblemente cuando castigaste a los frailes franciscanos de la Inmaculada porque celebraban la Misa en el rito antiguo, pues tenían el permiso expreso de tu predecesor en la Summorum Pontificum. Y castigarlos, significa ir en contra de las enseñanzas de los Papas anteriores. Pero ¿a quién le puedo contar mi dolor? ¡Eres el Papa!

No supe qué pensar ni qué decir, cuando te burlaste públicamente del grupo que te mandó un ramillete espiritual, llamándoles “ésos que cuentan las oraciones”. Siendo el ramillete espiritual una tradición hermosísima en la Iglesia, ¿qué debo pensar yo, si a mi Papa no le gusta y se burla de quienes los ofrecen?

Tengo mil amigos “pro-vida” que, siendo católicos de primera, los derrumbaste hace unos días al llamarles obsesionados y obsesivos. ¿Qué debo hacer yo? ¿Consolarlos, suavizando falsamente tus palabras o herirlos más, repitiendo lo que tú dijiste de ellos, por querer ser fiel al Papa y a sus enseñanzas?

En la JMJ llamaste a los jóvenes a que “armaran lío en las calles”. La palabra “lío”, hasta donde yo sé, es sinónimo de “desorden”, “caos”, “confusión”. ¿De verdad eso es lo que quieres que armen los jóvenes cristianos en las calles? ¿No hay ya bastante confusión y desorden como para incrementarlo?

Conozco a muchas mujeres solteras mayores (solteronas), que son muy alegres, muy simpáticas y muy generosas y que se sintieron verdaderas piltrafas cuando tú le dijiste a las religiosas que no debían tener cara de solteronas. Hiciste sentir muy mal a mis amigas y a mí me dolió en el alma por ellas, pues no tiene nada de malo haberse quedado soltera y dedicar la vida a las buenas obras (de hecho, la soltería viene especificada como una vocación en el Catecismo). ¿Qué les debo decir yo a mis amigas “solteronas”? ¿Que el Papa no hablaba en serio (cosa que no puede hacer un Papa) o mejor les digo que apoyo al Papa en que todas las solteronas tienen cara de religiosas amargadas?

Hace un par de semanas dijiste que “éste, que estamos viviendo, es uno de los mejores tiempos de la Iglesia”. ¿Cómo puede decir eso el Papa, cuando todos sabemos que hay millones de jóvenes católicos viviendo en concubinato y otros tantos millones de matrimonios católicos tomando anticonceptivos; cuando el divorcio es “nuestro pan de cada día” y millones de madres católicas matan a sus hijos no nacidos con la ayuda de médicos católicos; cuando hay millones de empresarios católicos que no se guían por la doctrina social de la Iglesia, sino por la ambición y la avaricia; cuando hay miles de sacerdotes que cometen abusos litúrgicos; cuando hay cientos de millones de católicos que jamás han tenido un encuentro con Cristo y no conocen ni lo más esencial de la doctrina; cuando la educación y los gobiernos están en manos de la masonería y la economía mundial en manos del sionismo? ¿Es éste el mejor tiempo de la Iglesia?

Cuando lo dijiste, querido Papa, me aterré pensando si lo decías en serio. Si el capitán no está viendo el iceberg que tenemos enfrente, es muy probable que nos estrellemos contra él. ¿Lo decías en serio porque así lo crees sinceramente o fue “sólo un decir”?

Muchos grandes predicadores se han sentido desolados al saber que dijiste que ya no hay que hablar más de los temas de los cuales la Iglesia ya ha hablado y que están escritos en el Catecismo. Dime, querido Papa Francisco, ¿qué debemos hacer, entonces, los cristianos que queremos ser fieles al Papa y también al Magisterio y a la Tradición? ¿Dejamos de predicar aunque San Pablo nos haya dicho que hay que hacerlo a tiempo y destiempo? ¿Acabamos con los predicadores valientes, los forzamos a enmudecer, mientras apapachamos a los pecadores y con dulzura les decimos que, si pueden y quieren, lean el Catecismo para que sepan lo que la Iglesia dice?

Cada vez que hablas de “los pastores con olor a oveja”, pienso en todos aquellos sacerdotes que se han dejado contaminar por las cosas del mundo y que han perdido su aroma sacerdotal para adquirir cierto olor a podredumbre. Yo no quiero pastores con olor a oveja, sino ovejas que no huelen a estiércol porque su pastor las cuida y las mantiene siempre limpias.

Hace unos días hablaste de la vocación de Mateo con estas palabras: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ‘¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío!”. No pude evitar comparar tus palabras con el Evangelio (Mt 9, 9), contra lo que el mismo Mateo dice de su vocación: “Y saliendo Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado frente al telonio, el cual se llamaba Mateo, y le dijo: Sígueme. Y éste se levantó y le siguió.”

No puedo ver en dónde está el aferramiento al dinero (tampoco lo veo en el cuadro de Caravaggio). Veo dos narraciones distintas y una exégesis equivocada. ¿A quién debo creer, al Evangelio o al Papa, si quiero (como de verdad quiero) ser fiel al Evangelio y al Papa?

Cuando hablaste de la mujer que vive en concubinato después de un divorcio y un aborto, dijiste que “ahora vive en paz”. Me pregunto: ¿Puede vivir en paz una mujer que está voluntariamente alejada de la gracia de Dios?

Los Papas anteriores, desde San Pedro hasta Benedicto XVI, han dicho que no es posible encontrar la paz lejos de Dios, pero el Papa Francisco lo ha afirmado. ¿Qué debo apoyar, el magisterio de siempre o esta novedad? ¿Debo afirmar, a partir de hoy, para ser fiel al Papa, que la paz se puede encontrar en una vida de pecado?

Después, soltaste la pregunta pero dejaste sin respuesta lo que debe hacer el confesor, como si quisieras abrir la caja de Pandora, sabiendo que hay cientos de sacerdotes que, equivocadamente, aconsejan seguir en concubinato. ¿Por qué mi Papa, mi querido Papa, no nos dijo en pocas palabras lo que se debe aconsejar en casos como éste, en lugar de abrir la duda en los corazones sinceros?

Conocí al cardenal Bergoglio en plan casi familiar y soy testigo fiel de que es un hombre inteligente, simpático, espontáneo, muy dicharachero y muy ocurrente. Pero, no me gusta que la prensa esté publicando todos tus dichos y ocurrencias, porque no eres un párroco de pueblo; no eres ya el arzobispo de Buenos Aires; ahora eres ¡el Papa! y cada palabra que dices como Papa, adquiere valor de magisterio ordinario para muchos de los que te leemos y escuchamos.

En fin, ya escribí demasiado abusando de tu tiempo, mi buen Papa. Con los ejemplos que te he dado (aunque hay muchos otros) creo que he dejado claro el dolor por la incertidumbre y perplejidad que estoy viviendo.
Sólo tú puedes ayudarme. Necesito un guía que ilumine mis pasos con base en lo que siempre ha dicho la Iglesia, que hable con valentía y claridad, que no ofenda a quienes trabajamos por ser fieles al mandato de Jesús; que le llame “al pan, pan y al vino, vino”, ‘pecado’ al pecado y ‘virtud’ a la virtud, aunque con ello arriesgue su popularidad. Necesito de tu sabiduría, de tu firmeza y claridad. Te pido ayuda, por favor, pues estoy sufriendo mucho.

Sé que Dios te ha dotado de una inteligencia muy aguda, así que, tratando de consolarme a mí misma, he podido imaginar que todo lo que haces y dices es parte de una estrategia para desconcertar al enemigo, presentándote ante él con bandera blanca y logrando así que baje la guardia. Pero me gustaría que nos compartieras tu estrategia a los que luchamos de tu lado, pues, además de desconcertar al enemigo, también nos estás desconcertando a nosotros y ya no sabemos hacia dónde está nuestro cuartel y hacia dónde está el frente enemigo.

Te agradezco, una vez más, todo lo bueno que has hecho y dicho en las fiestas grandes, cuando tus homilías y discursos han sido hermosos, porque de verdad me han servido muchísimo. Tus palabras me han animado e impulsado a amar más, a amar siempre, a amar mejor y a enseñarle al mundo entero el rostro amoroso de Jesús.

Te mando un abrazo filial muy cariñoso, mi querido Papa, con la seguridad de mis oraciones. Te pido también las tuyas, por mí y por mi familia, de la cual te anexo una fotografía, para que puedas rezar por nosotros, con caras y cuerpos conocidos.

Tu hija que te quiere y reza todos los días por ti,

Lucrecia Rego de Planas